martes, 15 de noviembre de 2011

Refritos y añoranzas de un oficio.


Texto por Laura Fiori,
para la Serie Refritos y Añoranzas de un oficio:

La serie "Refritos y añoranzas de un oficio" nos muestra la animalización de la humanidad en trance de supervivencia. Son hijos de la teoría darwiniana en la cual el hombre no tiene un lugar privilegiado en la naturaleza, sino que es parido por ésta en forma azarosa, ciega y hambrienta.
Cito parte del artículo "El siglo de la aniquilación. Viaje de un naturalista alrededor del mundo, de Charles Darwin" del libro El amor de mi vida de Rosa Montero:
"Hasta el siglo XIX el mito del Génesis se había mantenido como tal: Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, y había puesto a toda la Naturaleza a su merced; los primeros hombres habían sido Adán y Eva, exactamente iguales a los modernos humanos. Pero los datos que Darwin iba acumulando a través de sus viajes contradecían fundamentalmente todo esto (...)
"Porque su teoría de la evolución, que hoy es la de toda la ciencia moderna, era ciertamente aterradora: no sólo no había un Dios meticuloso, perfectamente organizado y previsor en el principio de todas las cosas, sino que los cambios evolutivos se producían ciegamente, torpemente, por azar. La naturaleza creaba monstruos, y alguno de esos monstruos, por pura casualidad, resultaban ser más aptos para enfrentarse al medio ambiente y sobrevivían. Ese mundo absurdo e insensato ("la torpe, derrochadora, errónea, rastrera y horriblemente cruel obra de la naturaleza", escribía Darwin, espantado de sus propios descubrimientos) era demasiado difícil de asumir”
Según la cosmogonía cristiana el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, posee un destello divino en su ser, expresado en virtudes como el amor y la capacidad de socialización y trascendencia. En contraposición a esta visión, de un modo expresionista los seres de “Refritos” están en íntima intuición darwiniana.
En los dibujos "Cuidar la zona" y "Llenar el buche", por ejemplo, aparecen hombres guiados por el instinto, no ya en las Islas Galápagos o en la selva de Misiones como en la narrativa de Horacio Quiroga, sino en la urbe. Por eso se observan las pezuñas, las orejas grandes y peludas para "Oír mejor", bocas enormes y dientes bien afilados, nalgas prominentes, todos instrumentos para satisfacer las necesidades. El otro aparece como una sustancia en un ritual voraz. Basta echar un vistazo a las grandes ciudades del mundo para verlas reflejadas en los dibujos titánicos de "refritos", donde la obtención del alimento y el sexo son comercios para continuar con la especie.
Estos seres emergen en el plano de la subsistencia, sin dios, no hay en ellos trascendencia ni redención posible. Y es el hombre devorando al hombre en forma monstruosa lo que termina resultando: la aniquilación al “Llenar el buche”.
 
 

Cuidar la zona


Llenar el buche


Otro, como tantos...


Un buen cliente.




Strip night

1 comentario:

Oscar Grillo dijo...

Gracias por pasar por el blog que me lleva Ruben, Marcelo. Te agradezco los amables conceptos. Soy un hombre de muchos dibujos y pocas palabras por eso me limito en este a celebrar tus admirables trabajos y enviarte un cordial saludo.