Algunos grabados hallados en las ruinas de civilizaciones precolombinas, revelan un elevado conocimiento de aquellos nativos hacia estos seres, además de la fluida interacción con-vivencial que muestran las imágenes. Este hecho fundamenta su posible existencia en estas latitudes, teoría que cobra fuerza por el hábito del nomadismo, aunque no faltan quienes lo atribuyen a vivaces evocaciones de la imaginería de los nativos.
Se caracterizan principalmente por una inusitada inestabilidad física. Esta, se manifiesta ante algún imprevisto roce o brusco movimiento de cualquiera de sus miembros que pueda suponer, se cree, un potencial daño, momento en el cual todo el cuerpo es víctima de un extraño padecimiento convulso, en donde la masa muscular experimenta inverosímiles posturas. De aquel lugar en cuestión, surgen las más extravagantes figuras –a veces humanas, otras animal– experimentando también dicho trauma al momento que estos seres se encuentran en pleno acto sexual.
Al momento de la crisis, sus cuerpos se desplazan por el piso, ensayando frenéticos movimientos, emitiendo un gruñido sordo y constante, tensionando sus tendones a más no poder, hasta llegar, a duras penas, a algún escondrijo oscuro. Una vez guarecidos, por espacio de unos veinte a cuarenta minutos esperan, con la respiración lenta y dificultosa, hasta recobrar lentamente su estado normal. Generalmente, esto lo padecen durante el día, de modo que tienen que esperar hasta bien entrada la noche para volverse a sus casas, ya que, naturalmente, sus ropas quedan hechas andrajos.
Un periodista español de visita por un remoto pueblito Albanes, asegura haber escuchado historias acerca de la huída de estos seres en plena transformación, mientras que un grupo de niños revoltosos los perseguían tirándole todo cuanto encontraban en la calle.
Todavía no se sabe a ciencia cierta a qué fenómeno responde esto, si a causas meteorológicas, al estado de ánimo con el que se levantan, o a cómo la luz incide sobre ellos. Algunos paleontólogos de medio oriente especulan que dicha metamorfosis tiene implicancias atávicas, es decir, que responden a un extremo instinto animal de preservación. Según trascendidos, raras veces, este violento proceso se torna sutil y armonioso, rozando a algo parecido a una danza coreográfica, a una suerte de neo-figuración lírica.
Las cicatrices que trazan lo largo y ancho de sus cuerpos nos indican los puntos por donde la metamorfosis tuvo lugar. Resultan interesantes visualizarlas una por una, e imaginar cuan grotesco o deforme era el aspecto de todo aquello que por ahí salió.
A pesar de la actitud agnóstica de algunos señores, la voz unánime de muchos testigos asegura que estos individuos circulan actualmente por las calles, sin que, como otros tantos suponen, permanezcan recluidos por organismos gubernamentales, o por siderales sectas proféticas.
De modo que cuando gozan de estado normal, con el aspecto de "cualquiera de nosotros", sus actitudes en la vía pública son correctas, hasta se diría en extremo caballerosas, sin que nadie pueda siquiera sospechar el trauma que sobrellevan, o en la indecible forma en la que de un momento a otro se convertirían ante a alguno de nosotros.